Poligamia e incesto prohibido: el ADN revela la verdad del pueblo ávaro, el misterioso imperio nómada descendiente de los hunos

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Durante más de cinco milenios, la estepa euroasiática fue el hogar de pastores nómadas dispersos que, no obstante, más de una vez cambiaron el curso de la Historia mundial. Si bien aquellos moradores estaban esparcidos por las praderas, su conocimiento sobre la doma de caballos les permitía juntarse rápidamente y pasar de familias a tribus, generalmente a través de matrimonios. Aunque, si lo necesitaban, también se convertían en grupos más grandes, aunque efímeros. Su objetivo principal: invadir en forma de oleadas a los pueblos sedentarios. Los ávaros, también conocidos como varkonitas u obri, fueron una de estas comunidades. Marchando hacia la Cuenca de los Cárpatos en Europa central en el año 567-68 d.C., justo después al periodo de los hunos , establecieron un imperio de 250 años que se extendía hacia el este hasta el Mar Negro, dominando Europa Central Oriental durante ese tiempo. Sin embargo, no tenemos mucha información sobre ellos. Se carece de datos sobre la organización interna de sus clanes, desde cómo, por ejemplo, estructuraban sus relaciones familiares o cuál era el papel de la mujer, una anécdota apenas visible en los escritos de sus enemigos, principalmente bizantinos y francos, y las únicas pruebas escritas que nos han llegado. No todo está perdido: se conocen unas 100.000 tumbas ávaras en la Cuenca de los Cárpatos, muchas con ricos ajuares de oro y plata, y visibles rituales que nos dan pistas sobre su cultura. Y huesos. Muchos huesos. Lo que puede revelar una verdad más clara que las pocas pinceladas aportadas por sus contrincantes. Ahora, un equipo internacional ha extraído el ADN de más de 400 individuos de cuatro cementerios ávaros para alumbrar el misterio de este pueblo que, según revela su genética, tenía unas marcadas costumbres matrimoniales que afectaron al desarrollo de sus sociedades. Los resultados acaban de publicarse en un estudio en la revista ‘ Nature ‘. Su origen: el imperio Rouran Investigadores que participan en este estudio ya habían estado tras las huellas de los ávaros con anterioridad. Siguieron su rastro genético hasta las llanuras de Mongolia, lo que conecta con las fuentes históricas que señalan que estos pastores nómadas eran los restos del imperio nómada de los rouran, (casi) destruido por los turcos en el año 552. Pero tal y como ha revelado la genética, las cosas no son tan sencillas: el ADN de los ávaros enterrados en las cuatro necrópolis analizadas -ahora aumentado a una muestra diez veces más grande- revela que hubo una intensa mezcolanza y que en los imperios nómadas no se limitaron a la descendencia combinada de dos o tres pueblos. Había mucho más. De hecho, cada uno de los cuatro yacimientos resultó en un perfil diferente que, por sí solo, habría contado una historia distinta (e incompleta). Por ejemplo, al oeste del río Tisza, en lo que ahora es Hungría y en lo que entonces fue el centro neurálgico del imperio, se encuentran los entierros de élites, cuyas tumbas están ricamente adornadas y cuya ascendencia proviene casi en su totalidad de Asia oriental. Pero al otro lado del río, en el cementerio de Rákóczifalva -el mayor de todos-, las costumbres funerarias eran diferentes: aquí se observan tumbas en las que los entierros predominan los muertos junto con caballos y arneses, y el ADN revela tanto ancestros euroasiáticos occidentales como orientales. Los autores aquí explican que gran parte de esta mezcla seguramente tuvo lugar siglos antes de que los ávaros conquistaran el lugar, cuando los restos de los rouran se mezclaron en su camino a Europa con diferentes tribus de la región de la estepa póntica-caspia. Además, el imperio ávaro también absorbió a las poblaciones locales en la Gran Llanura Húngara, como demuestran los genes de un grupo de enterramientos de bajo estatus del siglo VIII en la zona y que es, en su mayoría, de origen europeo. Mezcla de genes, homogeneidad de cultura familiar A pesar de la amalgama de genes y las variaciones entre las cuatro necrópolis (tanto de ADN como de costumbres), la forma en la que se formaban las familias parece que fue bastante homogénea en todo el imperio. En base a los análisis, los autores determinan que se trató de una sociedad patrilineal, en la que los varones se quedaban en la familia y eran las mujeres quienes se movían a otros clanes. Esta hipótesis se respalda en el hecho de que los padres de las mujeres adultas no se encontraban en los mismos yacimientos, así como que los padres no estaban enterrados con sus hijas maduras. «Esto sugiere que las mujeres ávaras dejaron sus hogares para unirse a las comunidades de sus maridos, lo que podría haber proporcionado cierta cohesión social entre clanes patrilineales distintos», señala en un artículo adicional en perspectiva Lara M. Cassidy, del departamento de Genética del Trinity College de Dublín (Irlanda). Además, también les sorprendió que no había hijos nacidos de padres relacionados genéticamente (es decir, no se practicaba la endogamia). Para explicar este hecho, los autores lo relacionan con pruebas históricas de que los pueblos de la estepa euroasiática prohibían expresamente el matrimonio entre parientes de la línea masculina de entre cinco y nueve generaciones. Tampoco las hijas tomaban esposos de entre los parientes de sus madres o abuelas. Endogamia prohibida De hecho, no se encontraron relaciones de parentesco cercano (primer, segundo y tercer grado) entre las mujeres y los hombres de los cuatro yacimientos. «Pero hemos estudiado una región relativamente concisa -señala por su parte Zuzana Hofmanova, investigadora del Instituto Max Planck y otra autora del trabajo. »El hecho de que no haya consanguinidad sugiere que las mujeres exógamas no siempre provenían de un solo sitio o una pequeña región (entonces la consanguinidad probablemente se habría detectado), sino más bien que había más comunidades aparte de estas cuatro de las que las mujeres provenían«. Por otro lado, los investigadores identificaron muchos individuos con múltiples parejas, tanto hombres como mujeres. Aunque aquí se pueda pensar en la poligamia como explicación, los autores piensan que seguramente la situación no era igual para ellas que para ellos: los hombres tenían diferentes mujeres a la vez, mientras que ellas eran emparejadas con los hijos o los hermanos de sus maridos si estos morían (la descendencia no emparentada con las viudas, claro está). Esta es una costumbre común entre los pastores de la zona. El misterioso caso de la mujer que tenía dos maridos no emparentados Pero aunque las prácticas de los ávaros coinciden en general con las de otros pueblos coetáneos de la zona, sí que hubo un caso que sorprendió a los investigadores. Una mujer enterrada en Rákóczifalva, la necrópolis más grande de las analizadas, tuvo descendencia con dos hombres; sin embargo, en este caso, no estaban emparentados (es decir, no eran ni hermanos ni padre e hijo). «Esto señala que hubo un reemplazo de gente en la comunidad: las familias que al principio se establecieron aquí se alejaron, y nuevos grupos llegaron», explica Zsófia Rácz, investigadora de la Universidad Eötvös Loránd (Budapest, Hungría) y autora del estudio. «Esto está en línea con los cambios que vemos a lo largo del imperio ávaro: durante el siglo VII, se estableció un estilo de vida sedentario, se produjo un crecimiento de la población, el área de asentamiento aumentó y probablemente se produjeron cambios de poder internos. Vemos esto aquí en forma de microhistoria». De hecho, esta transformación en la sociedad ávara coincide con los registros históricos que señalan que, tras un periodo expansionista -que si sale a menudo en las crónicas bizantinas-, el imperio fue derrotado en el asedio de Constantinopla en el año 626 d.C. «Después, rara vez se mencionan en los registros escritos. Comenzaron a llevar un estilo de vida sedentario, dependiendo de recursos internos, y no despertaron mucho interés en sus vecinos». MÁS INFORMACIÓN noticia No La Voyager 1 logra comunicarse con la Tierra tras cinco meses enviando mensajes absurdos noticia Si La astrofísica española que ayuda a la NASA a buscar una segunda Tierra: «Hay más planetas como el nuestro» Y así pasaron casi dos siglos en los que siguieron, además de los cambios de costumbres, el crecimiento de la población. No se observan heridas de guerras, por lo que todo parece indicar que fue un periodo pacífico. Pero esto cambió alrededor del año 800 d.C., cuando Carlomagno decidió expandir su imperio. Entonces los ávaros entraron en su radar para, poco después, desaparecer. «El imperio Ávaro colapsó alrededor del año 800, pero el interés en la identidad de estas personas perdura», indica Cassidy en su artículo en perspectiva. «Los autores nos recuerdan que esta identidad nunca puede ser capturada por un simple conjunto de componentes genéticos modelados. Más bien, podría encontrarse, en parte, en las genealogías enredadas que yacen enterradas».