«Netanyahu nos dará seguridad»

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«Es un día emocionante, un momento histórico», repite David Eljaijani, que no puede ocultar su alegría después de conocer los planes de Benjamín Netanyahu. El primer ministro en funciones anunció el martes su intención de poner en marcha la anexión del Valle de Jordán si gana las elecciones y logra formar gobierno, algo que no parece muy claro a menos de una semana para las elecciones, según las últimas encuestas. Pero el plan está sobre la mesa y Eljaijani, judío nacido en Tánger que es el responsable del Consejo regional de colonias del valle, piensa que «esta vez es la definitiva. Netanyahu ha dado este paso tan importante porque ya lo tiene pactado con Donald Trump, todos sabemos que no se puede llevar adelante algo así sin el apoyo de Estados Unidos».

El despacho del responsable regional es un hervidero de llamadas y comentarios. En el valle viven 8.500 colonos repartidos en 21 asentamientos, todos ellos ilegales desde el punto de vista de la legislación internacional. Ellos son los principales beneficiados de una medida que afectará también a los 65.000 palestinos que habitan esta zona de 2.400 metros cuadrados, que supone el 30 por ciento de la superficie total de Cisjordania. Mientras los palestinos ven en este valle la «cesta del pan» de su futuro Estado, debido al peso de la superficie agrícola, Netanyahu lo definió como su «frontera oriental» con Jordania. Su peso es tan importante en un futuro Estado que Hanan Ashraui, alta dirigente palestina, advirtió que este movimiento israelí «destruye cualquier posibilidad de paz».

La colonización del valle arrancó en 1968 y fue un proyecto puesto en marcha por el Partido Laborista. La idea de los dirigentes judíos era crear una línea de asentamientos a lo largo de los 100 kilómetros de frontera con Jordania, un plan que «resulta clave para la seguridad de todo el país y nos convierte en la primera línea de defensa. Cualquier enemigo que quiera entrar desde la parte Este deberá atravesar primero esta línea de poblaciones judías», afirma con orgullo Eljaijani.

El fervor laborista, sin embargo, acabó cuando se firmaron los acuerdos de Oslo en 1993 y desde entonces es el Likud, partido tradicional conservador, quien tiene más apoyo entre la población. «El martes el Valle del Jordán votará Likud porque ahora mismo es la mejor opción para garantizar la seguridad de Israel», concluye el responsable regional.

Colonos «menos ideológicos»
A diferencia de los colonos de la Cisjordania profunda, los que ocupan esta zona «no somos de perfil tan ideológico o religioso. El Estado nos envió aquí y si algún día decide que tenemos que irnos, aceptaremos la indemnización que nos corresponda y nos iremos», asegura Momy Coen, empresario de la hostelería y de la agricultura que llegó a la zona hace 18 años.

El termómetro supera sin problemas los cuarenta grados en esta época del año y Momy conduce a toda velocidad su pequeño 4×4 entre el inmenso palmeral propiedad de los miembros de su colonia, Bekaot. «Son los mejores dátiles del mundo, los mejores, por eso los exportamos sin problemas. Nadie nos pregunta si estamos a un lado u otro de la línea verde, todos quieres nuestros dátiles, incluidos los países árabes», presume mientras saluda a sus empleados, todos palestinos.

«Yo creo que están contentos con el trabajo y confío en que nada va a cambiar tras la anexión, que veo como una medida necesaria porque ya estamos cansados de sentirnos ciudadanos de cuarta categoría en nuestro propio país. El Gobierno nos mandó aquí y debemos tener los mismos derechos que la gente que vive en Tel Aviv», apunta el empresario mitad en hebreo, mitad en Ladino, dialecto del castellano que emplean los descendientes de los judíos expulsados de España en el siglo XV.

Los empleados palestinos terminan la jornada en el palmeral, se suben a las furgonetas de transporte y vuelven a sus aldeas. El plan de Netanyahu excluye a Jericó de la anexión, lo que convertiría a esta ciudad bíblica en una especie de isla en mitad del nuevo terreno anexionado. El primer ministro en funciones quiere seguir en el Valle de Jordán el modelo aplicado en Jerusalén Este en 1980 y en los Altos del Golán, un año después, un movimiento posible porque el país vive «una oportunidad histórica y única», gracias probablemente a la presencia de un Trump que desde su llegada a la Casa Blanca se ha convertido en el principal garante de la ocupación.