La mayoría de las novedades son más bien cosméticas. Es una renovación más continuista porque, estéticamente, se parece bastante a su predecesor. Aunque con cierto interés como la nueva pantalla, que estará «siempre encendida», con lo que no hará falta tocar la pantalla para consultar alguna información . Esta escueta renovación del dispositivo «wearable» -vestible- tiene como gran diferenciación nuevas funciones para la monitorización de la salud. Entre algunas funciones novedosas destaca la presencia de una brújula.
El nuevo Apple Watch, además, viene con una batería de mayor tamaño que promete -a falta de una revisión exhaustiva- una mayor autonomía. Es una muestra más de la evolución del producto a lo largo de todas las ediciones desde su debut en 2015. Desde entonces, se han mejorado algunos aspectos como la capacidad del micrófono, los servicios de salud, la calidad de su pantalla o su impermeabilización, así como la adaptación a las redes LTE que le han servido para cortar el cordón umbilical respecto al iPhone, el dispositivo matriz al que se debe emparejar para sacarle verdaderamente partido. Además, estará fabricado, por primera vez, en aluminio reciclado.
El dispositivo llega, además, con la promesa de mejorar la duración de su batería, que sigue siendo uno de los principales inconvenientes. Durará, según la compañía, un día, aunque será todavía muy escaso para las exigencias de los consumidores. El nuevo modelo empezará en los con 399 dólares -permitirá rebajar a 199 dólares el modelo Series 3- y llegará el 20 de septiembre.
Pese que son pocas las innovaciones introducidas en esta nueva generación, es posible que el «wearable» de la manzana siga cosechando numerosas ventas. De hecho, la multinacional domina este segmento de mercado a nivel mundial. Solo el pasado año, según datos de la consultora Strategy Analytics, el Apple Watch acumuló más de la mitad de las ventas de relojes inteligente y, además, duplicando las cifras de sus más directos competidores, Samsung y Fitbit.