Tras la votación, ha tomado la palabra el primer ministro, Boris Johnson, que asegura que se negará a aceptar la propuesta de ley contra el Brexit. Insite en que no quiere unas elecciones, pero que si los diputados votan mañana ese proyecto de ley, el público tendrá que escoger quién va a Bruselas el próximo 17 de octubre.
La victoria de la oposición fue el desenlace de una larga batalla por el dominio de la agenda en la jornada parlamentaria. Tras las oraciones que se rezan a puerta cerrada antes de cada sesión, convergieron los diputados bronceados en la pequeña Cámara de los Comunes. Al ministro de Exteriores, Dominic Raab, le había tocado inaugurar el otoño. Elogió a su predecesor en sus primeras palabras.
Era Jeremy Hunt, su rival y el de Johnson en la lucha por ser líder del Partido Conservador en julio. Parecería que ocurrió hace mucho tiempo, porque en la saga del Brexit se suceden los episodios y los momentos dramáticos; aunque en realidad no pasa nada. Tras mencionar a Hunt, el ministro respondió a preguntas sobre el asunto más candente de su ministerio, Cachemira.
Con mayoría musulmana y gobernada por India es un foco de conflicto tras la retirada del Imperio británico y su partición entre India y Pakistán. Intervinieron diputados de Stockton, Sheffield, Glasgow, Bradford,… Algunos espectadores nunca habían oído a Steve Baker hablar de otra cosa que del Brexit granítico, y ahora el diputado por Wycomble pedía observadores independientes en Cachemira.
Preguntaron después a Raab por la selva tropical de la Amazonia, Hong Kong, Zimbabue o Gibraltar, hasta que llegó Boris Johnson para hacer una declaración sobre la cumbre del G7 en agosto. El resumen de la cumbre es, según Johnson, que el líder laborista Jeremy Corbyn «votó contra los tratados de Maastricht y Lisboa pero ha sido ahora convertido en agente de quienes subvierten la democracia».
Nadie estaba ya interesado en el G7. Y Philip Lee, que se sentaba en la parte alta de los escaños ‘tories’ desde que renunció a un cargo menor en el Gobierno de Theresa May, cruzó la Cámara y se sentó con los liberal-demócratas, en un gesto muy torero, dejando al primer ministro sin su mayoría de un escaño cuando estaba en pie acusando a Corbyn de promover una «ley de la rendición» que le impediría negociar.
Credibilidad
Philip`Hammond, exministro de Hacienda de May, llevaba desde primera hora de la mañana demandando explicaciones y criticando a Johnson en público y en privado. Se puso en pie en su escaño y le pidió que publicase, si quería ganar el voto de la noche, las propuestas que ha presentado a sus interlocutores europeos para cambiar el Acuerdo de Retirada. La credibilidad de su empeño negociador se ha nublado pronto.
El ‘Daily Telegraph’ publicaba que el jefe de Gabinete de Johnson, Dominic Cummings, califica de ‘farsa’ las negociaciones en Bruselas, que la estrategia es «dejar que avance el reloj». Michael Gove sumó a la farsa. Tras la filtración a la prensa un documento ministerial sobre problemas, algunos graves, si hay Brexit abrupto, iba a presentar otro, pero lo anuló y su parlamento fue otra crítica y cháchara sobre la moción de la oposición.
La presentó, a las 18.30 locales, el conservador Oliver Letwin. Si se aprobaba, la Cámara de los Comunes debatirá y votará este miércoles un proyecto de ley que regula la conducta del Gobierno tras el Consejo Europeo del 17 y 18 de octubre. Si no tiene acuerdo, el Ejecutivo tendrá que someter a votación la marcha sin acuerdo. Si la rechaza, tendrá que pedir una extensión hasta el final de enero.
Jacob Rees Mogg, responsable de gestionar la agenda del Gobierno en los Comunes, se indignaba por la impropiedad constitucional de la moción. El Parlamento opera con la presunción de que la Cámara tiene confianza en el Ejecutivo, que es quien introduce leyes, decía. La oposición se salta las convenciones cuando tendría que presentar una moción de censura.
Kenneth Clarke, también conservador, le respondió que no tiene sentido una estrategia negociadora en la que amenazas a la otra parte con hacer algo que te daña más a ti. Johnson se comprometió tras la derrota a convocar elecciones si pierde el voto sobre la ley. Necesitan el apoyo de los laboristas para disolver el Parlamento y Corbyn querrá asegurarse de que el primer ministro no le tiende una trampa con las fechas.
El Partido Conservador parece en riesgo de sufrir una ruptura. El Gobierno quisiera apartar a los rebeldes de las listas electorales, pero la circunscripción de Hammond, en el sudoeste de Londres, le confirmó como su candidato en la noche del lunes. Johnson no es un buen orador parlamentario, pero los rostros en los escaños ‘tories’ no reflejaban entusiasmo por la vuelta al colegio o la excitación del momento.