El Comité Internacional de Cruz Roja (CICR) acudió de manera inmediata al lugar y Franz Rauchenstein, responsable del organismo en Yemen, declaró que «ser testigo de este daño masivo, ver los cuerpos tendidos entre los escombros fue un verdadero shock. La ira y la tristeza fueron reacciones naturales. Las personas que no participan activamente en el combate no deberían morir de esa manera».
La coalición confirmó el ataque contra «almacenes hutíes de drones y misiles en Dhamar», apuntó a que «el objetivo era legítimo» debido a la presencia de baterías antiaéreas en su tejado y lo consideraron en todo caso una «prisión secreta» e ilegal del enemigo de la que no tenían sus coordenadas. Este punto fue rebatido por los hutíes, que aclararon que se trataba de un lugar visitado con frecuencia por el CICR para poder ver el estado de los presos.
La guerra en Yemen estalló en 2015 y desde entonces han muerto más de 70.000 personas, según estimaciones de la ONU, que califica la situación en el país como «el peor desastre humanitario del mundo». Los rebeldes hutíes, alineados con Irán, se enfrentan a una coalición internacional respaldada por Occidente y liderada por Riad.
En las últimas semanas esta alianza ha quedado al borde la ruptura después de que la milicia separatista apoyada por Emiratos Árabes Unidos se hicieran con el control de Aden tras enfrentarse a las fuerzas leales a Arabia Saudí. Los hutíes en realidad son zaidíes, una confesión derivada del chiísmo que literalmente se traduce como «partidarios de Dios», aunque se les conoce como hutíes por el clan que lidera al grupo desde 2004. Este es el vínculo sectario que les alinea con Irán, la gran potencia chií de la región, frente al vecino saudí, símbolo del sunismo.