a la joven Emanuela Orlandi, desaparecida misteriosamente en junio 1983.
Los dos osarios, con una montaña de huesos, están cerca de las tumbas en que se creía que estaban sepultadas la princesa Sophie von Hohenloe, muerta en 1836, y la sepultura contigua en la que debía estar enterrada la princesa Carlotta Federica de Mecklemburgo, fallecida en 1840. Pero ambas estaban vacías. Las autoridades de la santa Sede explicaron que no era anómalo que los restos de las dos princesas
no se encontraran en esas tumbas
, porque se realizaron obras en los años 60 del siglo pasado y probablemente sus restos mortales fueron trasladados a otro lugar. El Cementerio Teutónico, donde están enterrados miembros de habla alemana de diversas instituciones religiosas en Roma, se encuentra en un área adyacente a la Basílica de San Pedro.
La abogada de la familia Orlandi, Laura Sgró, recibió el pasado verano una carta con una foto de las dos tumbas del citado camposanto, con un mensaje anónimo: «Buscad donde está el ángel» (se trata de la «Tumba del Ángel», llamada así porque está la estatua de un ángel que tiene un libro con un escrito en latín: «Requiescat in pace», «descansa en paz»). Según algunas reconstrucciones, desde hace años diversas personas depositan flores en esa tumba, en señal de piedad hacia Emanuela Orlandi, porque se decía que ahí estaba sepultada la joven desaparecida.
La angustiosa espera de 36 años de la familia para encontrar los restos de Emanuela se desvanecieron una vez más el pasado 11 de julio. Entonces, su hermano Pietro comentó: «Nosotros habíamos recibido indicaciones precisas, no solamente las contenidas en una carta anónima: incluso fuentes del Vaticano nos señalaban que ese era el lugar de la sepultura de Emanuela. Esto no puede acabar así. ¿Por qué todas estas personas nos han dirigido hacia ese lugar? ¿Los familiares de las princesas sabían que no estaban sus cuerpos? ¿Dónde están?». Por su parte, la abogada Sgró, siempre al lado de Pietro, el hermano mayor de Emanuela que no ha dejado ni un solo día de luchar por aclarar el misterio de su desaparición, declaró también indignada: «Es vergonzoso. La familia Orlandi tiene el derecho a recibir respuestas concretas. Es vergonzoso que después de 36 años Emanuela no tenga todavía justicia. Se debe encontrar. La respuesta se le debe dar a la familia, pero también al Estado italiano.»
Operación complicada
Será larga la operación de analizar restos encontrados en los dos osarios, una misión encargada al profesor forense Giovanni Arcudi y su equipo, con la presencia de un perito de confianza de la familia Orlandi. Son miles los huesos y, en consecuencia, la hipótesis de los expertos es que se corresponden con decenas de personas. Como a menudo ocurre con la reestructuración de los cementerios, los huesos de las viejas sepulturas terminan en los osarios comunes. Conmocionada ante esa montaña de huesos, Federica Orlandi, hermana de Emanuela, comentó: «Esperemos para ver qué sucede. Son experiencias muy fuertes, porque aquí se podrían encontrar los huesos de mi hermana. Pero no lo pensamos hasta que no veamos los resultados. Continuaremos buscando la verdad». En la curia vaticana hay convencimiento de que entre esos huesos antiguos recogidos en el cementerio alemán no están los de Emanuela Orlandi.
La verdad es que la desilusión de la familia se repite una y otra vez durante 36 años. La última vez fue en noviembre 2018: en la sede de la Nunciatura apostólica en Italia, en via Po en Roma, se encontraron algunos huesos. En un primer momento se lanzó la hipótesis, sin ninguna prueba científica, de que podía existir una relación entre ese descubrimiento de huesos y la desaparición de Emanuela Orlandi y Mirella Gregori, también esta última desparecida misteriosamente en 1983 a la edad de 15 años. Pero los análisis científicos aclararon que aquellos huesos pertenecían a un periodo que se remonta entre los años 90 y 230 después de Cristo.
La joven Emanuela desapareció en la tarde del 22 de junio 1983, tras salir de una clase de flauta, en una escuela próxima a la céntrica plaza Navona. Dos amigas se despidieron de ella cuando esperaba un autobús para dirigirse a su casa. Desde entonces, nunca más se han tenido noticias ciertas de la joven. La familia nunca perdió la esperanza de que se aclare el misterio, a pesar de las noticias falsas o leyendas que han circulado sobre la desaparición de Emanuela, lo que en una ocasión llevó a su madre María a exclamar: «¡Maldito quien sabe la historia y no la dice!».