Un alto cargo de la contrainteligencia de Irán, sin identificar, fue el encargado de anunciar las detenciones, realizadas hace ya meses, y explicó que algunos de los acusados de espionaje serán sentenciados a pena de muerte, según recogió la agencia de noticias iraní Fars. «Los espías trabajaban en centros del sector privado vitales y sensibles en los sectores económicos, nucleares, militares y cibernéticos», en los que «recopilaban información clasificada».
Los detalles de la operación ofrecidos por Teherán son escasos. No identificó quiénes son los espías y cuántos de ellos serán ejecutados. Las pruebas son información facilitada a Fars sobre los contactos internacionales de estos espías: fotografías -que parecen sacadas de redes sociales-, tarjetas de visita y números de teléfono. Según Teherán, la CIA reclutaba a los espías ofreciéndoles «emigrar a EE.UU., buenos trabajos y dinero». Los contactos se hacían a través de redes sociales, en conferencias científicas o en sedes diplomáticas de EE.UU. al tramitar visados. Su cometido era monitorear infraestructuras vitales de Irán y habían sido entrenados para transmitir información a través de canales encriptados y para destruir documentos en caso de que fuera necesario.
Los arrestos se produjeron en ciudades fronterizas de Irán, a donde viajaron los supuestos espías para encontrarse con sus contactos internacionales. El secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, reaccionó de forma similar a la de Trump: «El régimen iraní tiene una amplia historia de mentiras», dijo en una entrevista ayer en Fox News.
La supuesta operación se produce en medio de crecientes tensiones entre Irán, EE.UU. y otros países occidentales. Un año después del abandono del acuerdo nuclear y en pleno fortalecimiento de las sanciones contra Teherán, las escaramuzas militares se han sucedido en el estrecho de Ormuz, un paso clave para el petróleo del Golfo. La última, la toma de un petrolero británico por parte de Irán el pasado fin de semana.