Tenía muchas bazas para triunfar. Triunfó, eso sí, durante un tiempo. Conquistó la cima en una época en la que todavía no se habían introducido los teléfonos móviles inteligentes. Muchos, incluso, recordarán aquellos tiempos en los que los módems de 48k ocupaban las líneas telefónicas. No se podían llamadas telefónicas mientras los usuarios se conectaban a aquel nuevo medio, internet, que empezaba a llegar con fuerza a los hogares. Formaba parte de los servicios ofrecidos por el portal MSN que incluían correo electrónico con Hotmail o un motor de búsqueda.
El software vivió profundos cambios, vaivenes. Porque la marca en particular, con la que se había hecho famosa internacionalmente, pasó a ser Windows Live Messenger en 2005. Pero en 2011 sufrió otro cambio; tras la adquisición del servicio Skype por parte de Microsoft, el «messenger»
se sumó a sus funcionalidades. Entonces ya había hecho aparición WhatsApp, actual rey de la mensajería móvil y BBM, la plataforma de BlackBerry, tenía un éxito abrumador.
Tuvo numerosas versiones a lo largo de su dilatada historia. Junto con el lanzamiento de Windows XP vino la versión 4.6 (octubre de 2001), en donde se incluyeron cambios importantes en la interfaz de usuario, la capacidad de grupo de contactos y apoyo a la voz las conversaciones. En 2003 apareció la versión 6.0, que supuso una revisión importante de la plataforma: actualizó su simple interfaz basada en texto incluyendo elementos personalizables como emoticones, avatares personalizados.
Messenger no pudo hacer frente a una nueva ola de servicios móviles que, hoy en día, forma parte del parque de aplicaciones más habituales dentro de los dispositivos móviles. No fue, sin embargo, pionero. Ni el único servicio destinado a las comunicaciones digitales. En su momento, llegó a competir con otros rivales como AIM de AOL o Yahoo en un periodo, finales de los años noventa, en donde se iba construyendo internet.
Fue una cruda batalla entre dos poderosos rivales. Pero Messenger apostaba por la sencillez. Se trataba de un cliente que permitía crear una lista de contactos (extraída a través de una dirección de correo electrónico) y, en un principio, se ofrecía la posibilidad de escribir texto plano. Con el tiempo se incorporaron nuevos formatos como los emoticonos clásicos que hoy parecen los tatarabuelos de los «emojis».
Pero en un contexto en donde una generación de usuarios mandaba mensajes de texto (SMS) a través de sus rudimentarios móviles, Messenger era como el servicio cool, moderno y vanguardista que permitió, incluso, inaugurar nuevos códigos de comunicación impulsados por esos iconos o las frases de perfil, que se convirtieron en mensajes subliminales para muchos usuarios. Esos mensajes personales fueron otra de sus señas de identidad y sirvió para que muchas personas pegaran un grito virtual. Había de todo, desde fragmentos de canciones, frases filosóficas, enunciados cargados de sentimiento.
A todos los efectos,
fue una gran red social
. En su momento de máximo esplendor, en 2009, contaba con más de 300 millones de usuarios. El momento de máximo esplendor del Messenger, que en 2009 contaba con más de 300 millones de usuarios. En 2010, por ejemplo, amasaba una cuota de mercado del 68%. Ahí es nada.