Javier Armentia: «Es más fácil ir a la Luna que mentir»

0
—¿Qué es la Luna?

—Es nuestro satélite.

—Como Ciudadanos del PP.

—Hombre, la Luna es muy grande para lo que suelen ser los satélites.

—¿Por qué nos fascina tanto?

—Porque está ahí, porque la vemos. A veces la eclipsamos, a veces nos eclipsa.

—Yo es que cuando miro arriba sólo veo a Dios.

—Yo es que soy ateo.

—Pues sí que empezamos bien.

—Nos gusta la Luna porque es un mundo distinto y es una vía de escape cuando no nos gusta el nuestro.

—Si no le gusta nuestro mundo, rece, arrepiéntase y cámbielo.

—Antes, los otros planetas eran considerados dioses con poder para intervenir en nuestras vidas. Ahora, imaginamos un lugar. Encarnan el sueño, el concepto de la modernidad y la literatura más utópica.

—Vacaciones en la Luna.

—Otro producto de la fiebre espacial. Todo lo convertimos en ocio y dinero.

—¿Estamos en contra del ocio? ¿Estamos en contra del dinero?

—Los rusos son los que empezaron a subir ricachones a la estación espacial. En 1965, Baron Hilton, el abuelo de Paris, presentó el Lunar Hilton a sus inversores y les dijo: «¿Se imaginan el potencial turístico de la Luna?». El impulso de la Luna como destino siempre nos atraerá. Pero no es fácil y, de momento, es muy caro. Veremos hoteles lunares, pero no mañana.

—¿Es cómoda, la Luna?

—Como bucear con oxígeno: es aparatoso pero te acostumbras y es precioso. Cuando estamos en órbita pesamos menos, caemos de un modo más ligero. Pero tendríamos que estar en espacios pequeños, hasta angostos, poco aptos para claustrofóbicos. Otra incomodidad es que el polvo lunar tiene textura como de velcro y es muy antipático de sacudir. No es como ir a la playa.

—No tan espantoso, quiere decir.

—Ir a la Luna es único, y hay gente que sólo viaja para decir que ha estado. Cuando más tontos nos volvemos, más éxito puede tener la aventura lunar. Como científico me apena el circo y prefiero la investigación.

—¿Pero sería posible vivir en la Luna?

—La cuestión es si podríamos crear pequeñas biosferas. La Luna no tiene atmósfera y tendríamos que protegernos de las radiaciones. Se están diseñando habitaciones lunares bajo tierra. Viviríamos agazapados, en las catacumbas lunares.

—Y el tiempo en la Luna es horroroso, claro.

—No tienen un clima apacible como el nuestro. Al sol, la temperatura es de unos 120 grados, a la sombra, de unos 50 bajo cero. No hay término medio. Durante su viaje a la Luna, Apolo 11 giraba sobre sí misma para no fundirse por un lado ni congelarse por el otro.

—Vayamos a París, que es lo que siempre hemos hecho en casa.

—En la Luna, el día dura 14 días, y la noche, otros 14 días. Sólo en los polos hace siempre frío y nunca sale el sol. Serían las mejores zonas para habitar. Es más fácil calentar que enfriar.

—Eso dígaselo a mi señora.

—En el polo sur de la Luna hay hielo y se podría calentar. De todos modos, sería un lugar muy dependiente, y subir un litro o un kilo de cualquier cosa a la Luna cuesta 6.000 euros.

—La escala cósmica da otra mirada.

—Los astronautas dicen que desde el espacio no se ven las fronteras. Yo no dejo de pensar nunca en la Tierra. El cielo como escapismo no es la mejor manera de resolver los problemas. Si miras siempre arriba te acabas tropezando con cualquier piedrecilla.

—Porque es usted ateo. Si tuviera fe encontraría consuelo.

—Yuri Gagarin, el primer cosmonauta ruso, dijo en 1961 que en su viaje no vio a Dios.

—Propaganda comunista.

—Yo nunca he encontrado a Dios, pero tal vez porque nunca lo he buscado.

— ¿De qué sirve su trabajo?

—Hace unos años decía que me encantaba tener un trabajo tan poco útil si entrábamos en guerra. Pero en tiempos de paz mirar el cielo nos ayuda a pensar más allá de lo obvio y a maravillarnos con el universo al que pertenecemos. Es fundamental saber ciencia y tecnología, aunque sólo sea para protegernos de la ciencia y la tecnología. Está en juego nuestra libertad y la misma supervivencia de la Tierra. Internet, la contaminación. El progreso hay que domesticarlo. Me interesa este conocimiento, este debate.

—¿Existen los marcianos?

—Nada de lo que sabemos de la vida en la Tierra la hace única, pero de momento no hemos encontrado a nadie más. Los marcianitos son proyecciones humanas, parecen poco probables.

—¿Fuimos realmente a la Luna?

—Había demasiada gente implicada para guardar semejante secreto y durante tanto tiempo. Es más fácil ir a la Luna que mentir.

—Arcadi Espada dice que el juez Marchena es el español más carismático de los últimos tiempos.

—Tiene algo muy especial. Estoy esperando la serie de Netflix sobre él para que luzca en su inmensidad. Me gusta de él su afán por defender la Justicia en forma y fondo en un mundo tan veloz y marrullero como el nuestro. Marchena tiene talla de héroe.

Qué es el verano

Una textura.
La piel al aire

Una canción.
Hace 50 años, cuando llegamos a la Luna, el hit de las radios españolas era «Cuéntame», de Fórmula V.

Una película.
«E.T.». Todos hemos querido tener un amigo extraterrestre.

Una sopa fría.
Gazpacho.

Un helado.
Leche merengada con canela.

Una planeta.
Tendría que ser Venus, con sus 450 grados de temperatura. Eso sí que es calor.