Anime: parte del ADN nipón

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El manga y el anime forman parte del ADN del pueblo japonés. Leer manga y ver anime en la infancia es como respirar, y no son formas de entretenimiento que necesariamente tengan que perderse cuando uno se hace mayor. No todo el mundo lee manga o ve anime de forma habitual, pero hay tebeos y series y películas de animación con protagonistas y temáticas para el público adulto, algo habitual desde la década de los sesenta. No es nada extraña la visión de un hombre de 50 años leyendo un manga en el metro en Tokio, mientras quizás si lo pueda ser en un Cercanías. El anime puede estar presente en todas partes, hay personajes célebres que anuncian todo tipo de productos, desde fideos instantáneos a cerveza, pero también bancos o coches. Algunas de las películas más vistas en Japón son películas de animación (con el Detective Conan o Doraemon copando los primeros puestos), pero como sucede en Hollywood con los superhéroes, los grandes blockbusters de películas de imagen real e incluso las series de TV también se han basado en manga y anime; es un nicho inacabable de historias, muchas de ellas muy queridas por el público.

La cultura otaku, así es como se suelen llamar a los aficionados al manga y al anime (japoneses o no), no solo es una industria billonaria, sino que ya forma parte de las estrategias del gobierno japonés, con iniciativas como el Cool Japan, que fomenta la popularización del manga, el anime e incluso la moda japonesa fuera de sus fronteras; entendiendo que es una forma de influencia cultural (lo que se conoce como «soft power»), que tiende puentes entre culturas y, por supuesto, ofrece considerables beneficios económicos.

La tragedia de Kyoto Animation supone entonces un golpe duro para muchísimos japoneses, pero también para un público occidental, que desde hace años ha demostrado que adora y se ha hecho suya la cultura otaku. Fundado por extrabajadores de Mushi Production, el estudio de Osamu Tezuka que inició todo el fenómeno del anime televisivo, son pocos los que tengan la fama de KyoAni (así es como se suele llamar al estudio), que se ha dado a conocer con grandes títulos, muchos de los cuales se han convertido en auténticos éxitos con un impacto cultural considerable.

El estudio se ha ganado la fama de cuidar mucho la calidad de sus productos, en parte, porque su plantilla se ha formado con trabajadores estables que perciben un sueldo, en lugar de trabajadores freelance que cobran por cada ilustración. Es en definitiva, un estudio especial, con una gran comunidad de fans que ahora mismo se encuentra desolada por el trágico suceso.

A las pocas horas, se iniciaba una recogida de fondos para el estudio, y aunque, por ahora, Kyoto Animation no ha pedido ninguna ayuda, los miles de dólares recogidos en apenas unas horas son prueba suficiente de la devoción por Kyoto Animation, pero también del cariño que siente el público, de todas partes del mundo, hacia la animación japonesa en general.

Oriol Estrada Rangil es presidente de la asociación de críticos de cómic.