Está claro que existen problemas jurídicos para el desarrollo de este servicio, con una baja o nula transparencia respecto a los usos y transferencias internacionales de los datos, además de los plazos de conservación y habilitaciones incluso para uso comercial de las imágenes obtenidas, pero el debate se ha ido desplazando hacia posibles usos malintencionados a partir de la obtención de los datos biométricos de sus usuarios, en especial a causa del origen de la aplicación. Datos como el rostro de personas tienen un valor, y es cierto que contar con conjuntos de datos amplios para entrenar a sistemas de inteligencia artificial resulta interesante para muchas empresas, pero centrarnos en dicho aspecto como uno de los principales objetivos de la aplicación es un error. Las imágenes pueden ser descargadas por parte de terceros, aunque no tengan una habilitación legal para ello. Por otro lado, si hablamos exclusivamente del entrenamiento guiado o no de estos sistemas resulta sencillo obtener datasets ya preparados para realizar esta tarea. FaceApp debe servirnos para recordar la facilidad con la que se instalan aplicaciones en un terminal de nuestra propiedad, cómo se entrega la privacidad desconociendo que sucederá después, y cómo empresas extranjeras abren un servicio al público sin quedar sujetas en la práctica a las obligaciones que la normativa establece.
Sergio Carrasco es consultor en la empresa Fase Consulting