«Se trata de una pregunta muy abstracta -asegura a la revista Live Science la astrofísica de la Universidad de Maryland Tess Jaffe-, como lo es la mayor parte de la Cosmología, pero los que nos dedicamos a estudiar estos temas pensamos que es una forma de conocer la física fundamental. Hay ciertas cosas que no se pueden probar en un laboratorio de la Tierra, así que usamos el Universo y su geometría para que nos diga algo nuevo sobre su física fundamental».
Hasta ahora, la idea dominante es que el Universo no está girando y que es, además, isotrópico, lo cual quiere decir que tiene siempre el mismo aspecto miremos en la dirección que miremos. Se trata de un aspecto que, aunque no se requiere en las ecuaciones de Einstein, sí que es consistente con ellas. De esta forma, y sobre la base de un Universo isotrópico y no en rotación, los científicos construyeron un modelo cosmológico estandar para describirlo. Todo lo que hoy sabemos, o creemos saber, se ha basado en ese modelo.
De hecho, cada suposición, cada cálculo, cada dato analizado y cada nueva simulación informática se basa en esa suposición. Pero la realidad nos dice que no tenemos, por ahora, ninguna prueba que demuestre que el Universo no esté girando. Aunque tampoco hay evidencia de lo contrario.
La luz después del Big Bang
Ante esta incómoda situación, y para comprobar si estas suposiciones sobre el Universo y su física fundamental son correctas, los científicos han tratado de reunir un número suficiente de observaciones para poner a prueba sus ideas. En particular, muchos han decidido utilizar la Radiación Cósmica de Microondas (CMB por sus siglas en inglés) para averiguar si esa antiquísima forma de luz (de hecho, la más antigua que existe, emitida apenas 380.000 años después del Big Bang) guarda en su interior el «tesoro de información» que necesitamos para aclarar la cuestión.
El CMB, que podríamos considerar como el «calor residual» del propio Big Bang, permea todo el Universo, y su valor es prácticamente el mismo en cualquier dirección en que queramos medirlo. Sin embargo, existen una serie de pequeñísimas variaciones en su temperatura (llamadas anisotropías), cambios diminutos de apenas unas milésimas de grado, que deben su existencia tanto al contenido como a la propia geometría del Universo. Y al estudiar esas sutiles diferencias, los científicos son capaces de ver si el Universo ha sufrido, en algún momento de su larga historia, algún tipo de deformación que sugiera que existe un movimiento general de rotación.
Lo cierto es que, por lo menos hasta ahora, no se ha encontrado ninguna pista. La Radiación Cósmica de Microondas, para alivio de muchos y decepción de unos pocos, no proporciona ni un solo dato que nos permita inferir que el Universo está rotando. Muy al contrario, un estudio llevado a cabo en 2016 por cosmólogos del Imperial College, en Londres, revela que las probabilidades de que el Universo sea isotrópico son de 120.000 contra una, lo que significa, como se ha dicho, que se ve igual con independencia de la dirección en que miremos. Otros estudios, además, han encontrado una probabilidad del 95% de que el Universo sea homogéneo, lo que significa que tampoco cambia incluso cuando lo observamos en las escalas más grandes.
Alto grado de homogeneidad
Todo lo cual parece sugerir que el Universo posee un alto grado de homogeneidad, y que además no gira, a diferencia de la mayor parte de las «piezas» que lo componen. Y tampoco parece probable que futuras y más precisas mediciones de la polarización del CMB puedan cuestionar lo que ya sabemos.
En palabras de Jaffe a Live Science, «la rotación es la señal que esperaríamos ver a escalas muy grandes, y eso más o menos se ha descartado por los datos que ya tenemos».
Todo un alivio, pues, para los cosmólogos que, antes de que estos estudios se llevaran a cabo, ya habían basado sus modelos en un Universo que no gira.