También hay que decir que la canciller alemana había mantenido el tipo minutos antes, cuando se había mencionado en esa misma sala la oferta del presidente de EE.UU. para comprar Groenlandia y también cuando Trump comentó que había sido una cumbre con grandes avances. Pero comenzó a mostrar reacciones espontáneas cuando el americano dejó caer que la próxima vez que se vean será en EE.UU.
Después de dejar plantada a Merkel en dos ocasiones seguidas, no hay conversaciones entre los dos gobiernos para una próxima reunión y Merkel miró a su equipo con complicidad y sorna. Después los periodistas preguntaron si no viajaría él a Alemania, la canciller mantuvo las formas y dijo que un presidente de EE.UU. siempre está invitado en su país, a lo que el americano añadió que por supuesto que irá, y que lo hará «pronto».
Ahí Merkel levantó la ceja en un gesto de alarma, como quien se teme que Trump se presente en cualquier momento y sin avisar. Todo es posible. Y finalmente estalló su risa cuando Trump añadió: «yo tengo sangre alemana». En ese momento Merkel dejó escapar la carcajada, sin que aparentemente molestase su reacción al presidente. En sus cuatro legislaturas, jamás se ha permitido Merkel un momento de relajación y espontaneidad como este.