La idea de una Argentina con Alberto Fernández y Cristina Kirchner de vuelta a la Casa Rosada entusiasma a Nicolás Maduro, el amigo incondicional de ZP y sobreviviente eterno gracias a la estulticia, mala fe o ingenuidad de un sector de la nueva Europa y la connivencia manifiesta del México de López Obrador y de Tabaré Vázquez en Uruguay. El régimen venezolano se ilusiona con una Sudamérica que resucite aquel frente común de los Kirchner, Correa y el etcétera conocido.
En ese contexto se explica el refugio venezolano, nunca abandonado, de la narco guerrilla colombiana y el regreso a la selva de Maduro de Iván Márquez, Jesús Santich y entre otros, «El paisa». El presidente Iván Duque, con razón, exige medidas contra el vecino al que Fernández se resiste a llamar dictador porque dice que lo votó la gente y que las instituciones, a su manera, funcionan en Venezuela.
El ex jefe de Gabinete de la viuda de Néstor Kirchner llega a Madrid de la mano de ZP y le acompaña en este viaje el chileno Marco Enriquez-Ominami (MEO), otro que piensa que en Venezuela no hay dictadura sino «una democracia en problemas».
Cuando los mercados tiemblan por Fernández y Cristina Kirchner –y no es por otros– lo hacen por Argentina pero, también, por el resto de Sudamérica.