Más allá de la vertiente erótica de la revista, su sección de entrevistas «era posiblemente el espacio más leído del mundo en los años 60 y 70, donde estaban las ideas más renovadoras y las personas más interesantes, y recogía un amplio espectro de la política y la cultura», señala Sierra Madero a ABC desde EE.UU., donde reside ahora. Hefner presentaba «Playboy» como adalid contra el «macartismo», el puritanismo y la corrección política, explica. «Fidel Castro lo sabía» y, según el autor, comprendía que «llegar a una mesa de domingo de una familia norteamericana cualquiera era muy importante para colar sus ideas dentro de la cultura popular de Estados Unidos».
«Playboy» publicó dos entrevistas con el dictador, una de Lee Lockwood en 1967 y otra de Jeffrey Elliot y el político demócrata Mervyn Dymally en 1985. Además, en 1975 apareció el extracto de una firmada por Frank Mankiewicz en la revista francesa «Oui», adquirida por Hefner para competir con los desnudos más atrevidos de «Penthouse». La entrevista completa salió en un volumen bajo el sello de Playboy Press.
El «yanquifidelismo»
La exaltación de su virilidad y «sex appeal» se incorporó a la leyenda de Castro y se fue asentando lo que el historiador Van Gosse denomina «yanquifidelismo», que tenía que ver con la «reafirmación de una masculinidad heroica y creativa» y contrastaba con el «paternalismo blando» del presidente Dwight Eisenhower, indica Abel Sierra.
Además, el ensayista apunta que en 1991, con el Muro de Berlín ya derribado, un equipo de «Playboy» se desplazó a Cuba para una sesión de fotos con chicas cubanas y otra entrevista con el dictador. Pero la oposición de ciertos sectores del régimen, incluida la esposa de Raúl Castro, Vilma Espín, a la sazón presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, frustró ese proyecto.
Por otra parte, cuenta que dos años más tarde «Playboy Brasil» firmó un contrato para fotografiar desnuda a Alina Fernández Revuelta, la hija «rebelde» de Fidel, pero una vez realizado el trabajo ella no quedó satisfecha y las imágenes no se llegaron a publicar.
El rol de «Playboy» en la influencia de Castro en EE.UU. fue más allá de sus páginas. Según Sierra Madero, a través de este grupo se estableció «un canal secreto», a modo de «lobby», para «empezar a colar en la opinión pública estadounidense el tema de la normalización de relaciones entre EE.UU. y Cuba, y el levantamiento del embargo». De este modo, el deshielo que impulsaron Barack Obama y Raúl Castro en 2014 y que presentaron como «histórico» no era una idea nueva, sino que pudo haberse producido mucho antes. De hecho, el autor de «Comandante Playboy» indica que documentos ahora desclasificados revelan que Jimmy Carter pretendía acabar con el embargo a partir de 1981 si lograba un segundo mandato, «pero ganó Reagan y no pudo ser».
El enlace con el dictador
Un antiguo demócrata de la época de John F. Kennedy, Kirby Jones, era el enlace con el dictador. Jones creó la firma Alamar Associates, que canalizó fondos de un centenar de empresas estadounidenses interesadas en realizar negocios en la isla, como Boeing, General Electric e IBM, apunta Sierra. En el caso de «Playboy» y la cadena CBS, pagaron a Jones 30.000 y 50.000 dólares respectivamente para gestionar la entrevista que se publicaría en 1975.
Otros episodios, como la relación cercana de Fidel con Gina Lollobrigida y el documental que esta hizo de él, alimentaron su imagen de seductor.
El autor del libro -disponible en Amazon y que se presentará en España en otoño- se muestra convencido de que la utilización de «Playboy» dio frutos. «Mire si no los artículos de “The New York Times”, logró conquistar afectivamente a la sociedad norteamericana a través de los medios», sostiene. De hecho, subraya, «hay gente que desconoce la historia de Cuba y sigue atrapada en esa imagen afectiva».