Hace más de una década, cuando era fiscal federal en Florida, Acosta ofreció a Epstein un acuerdo de no imputación muy favorable, que le permitía no ir a juicio y enfrentarse a cargos que podrían suponer cadena perpetua a cambio de tan solo de trece meses de cárcel -con permisos continuos para trabajar- y de su inclusión en un registro de delincuentes sexuales.
El caso ha vuelto a salir a la luz después de investigaciones periodísticas por parte del «Miami Herald» y de nuevas pesquisas de la fiscalía en Florida y en Nueva York, que llevaron a su detención el pasado lunes. Con ello, se ha desatado la indignación por el acuerdo que permitió Acosta.
Hace solo dos días, Acosta compareció en rueda de prensa -al parecer, por indicación de Trump- para defender su cargo y ante las presiones externas -los demócratas en bloque- e internas, lideradas por el jefe de Gabinete, Mick Mulvaney, que apostaba por su salida.
Acosta no pidió disculpas, defendió que el acuerdo que supervisó para Epstein era la mejor opción para que el acusado fuera a la cárcel y hacer justicia con las víctimas. En su opinión, ir a juicio hubiera sido como «tirar los dados».
Sus razones no han debido de convencer al presidente de EE.UU., para quien el caso Epstein, al que esta semana se le descubrió pornografia infantil en su mansión de Manhattan, se había convertido en una incomodidad. «Conozco a Jeff desde hace quince años, es un tipo formidable», dijo Trump a la revista «New York» en 2002, la época en la que Epstein montaba su red de abusos a menores. «Es muy divertido. Dicen que le gustan las mujeres tanto como a mí, y muchas de ellas son jóvenes».
Acosta dio las gracias a Trump en el comunicado en el que anunció su dimisión, alabó su liderazgo como presidente y solo justificó su salida asegurando que la labor de Trump «debe evitar distracciones».