El inútil «experimento» de «saborear» soja con los testículos, desmontado por la ciencia real

0
Todo comenzaba hace unas semanas: una usuaria de la popular red social TikTok difundía un estudio científico que había encontrado por Twitter donde se afirmaba haber hallado células receptivas del sentido del gusto (es decir, las que tenemos en la lengua y con las que somos capaces de detectar los sabores) en partes del cuerpo como el cerebro, los pulmones y los testículos. Con esta información, la famosa «tiktoker» retó a sus seguidores masculinos a probar de alguna manera lo que ella entendió como la capacidad de los genitales masculinos de «saborear» la comida. Una mala interpretación que, sin embargo, se ha convertido en viral y ha acabado extendiéndose como la pólvora, con varios «voluntarios» mojando su aparato reproductor en salsa de soja. Pero, ¿qué hay de ciencia en todo esto?

Tres estudios científicos sobre el tema
En realidad, poco o nada si lo que se desea es realizar un experimento científico. Aunque es cierto que sí existe el estudio, publicado en la revista PNAS en febrero de 2013. En él, Bedrich Mosinger y sus colegas del Monell Chemical Senses Center, en Filadelfia, explican que se sabía desde hacía tiempo que estos receptores se encontraban no solo en los testículos, sino también en los espermatozoides, pero que se desconocía su función exacta. Para conocerla, los investigadores probaron a inhibir estas células en ratones, lo que les llevó a detectar problemas reproductivos en los animales: sus espermatozoides no se formaban correctamente y, además, eran inmóviles, lo que producía que los machos fuesen estériles. Por ello, el grupo sugirió que estas células probablemente tenían algo que ver con la formación de los espermatozoides, lo que abría todo un campo en la investigación de la esterilidad masculina, incluida la de los hombres.

Meses después, se publicó una revisión por parte de un equipo de la Universidad Shanghai Jiao Tong (China) en la revista «Molecular Human Reproduction» en la que se ahondaba en los resultados. En ella se explica que tal vez la presencia de estas células en los espermatozoides les sirviese como una especie de «detector» en su camino de fecundación al óvulo. A pesar de todo, apuntan que «aunque los receptores del gusto están ampliamente dispersos en diversos sistemas de órganos, la función de estos receptores en muchos tejidos sigue sin estar clara a pesar de los avances recientes». Además, incide que aún es más complicado explicar su función en los testículos y en los espermatozoides.

Justo hace un año, una nueva publicación en la revista «International Journal of Molecular Sciences» apuntaba que, tal y como sospechaba el equipo de Mosinger, «los receptores de sabor son funcionalmente operativos para controlar la producción exitosa de esperma». Pero, en ninguno de los tres estudios se afirma nada de que estas células presentes en el aparato reproductor masculino puedan hacer que se
«saboree» de alguna forma con esa parte del cuerpo. Es decir, el experimento es totalmente inútil y para nada científico.

Como «saborear» con la piel de la mejilla
«Las papilas gustativas están solamente en nuestras bocas y en el esófago superior, y son un grupo de células receptoras del gusto. Las señales de las papilas gustativas se envían desde la boca al cerebro para que podamos percibir conscientemente los sabores (…) Sin embargo, las células gustativas presentes en los testículos no activan la corteza gustativa en el cerebro», explica para Sciencealert
Emma Beckett, experta en nutrición de la Universidad de Newcastle, en Australia. «Puedes pensar en ellas como cualquier otro receptor en el cuerpo que está monitorizando el medio ambiente. Pueden detectar infecciones, ya que las bacterias tienen compuestos estructurales dulces y secretan sustancias amargas y agrias como desechos. Por ejemplo, hay pruebas de que las células presentes en los pulmones y la nariz están involucradas en la regulación de las respuestas inflamatorias», continúa.

Por ello, los hombres que aceptaron el desafío y aseguraron haber detectado el gusto «umami» de la salsa de soja con sus genitales o han mentido o están equivocados. Además de que el experimento, en cualquier caso, no es válido, ya que las células se encontraron en los testículos en sí y las «cobayas humanas voluntarias» mojaron sus escrotos (la piel que rodea a los testículos), por lo que «sería como tratar de probar la salsa de soja frotándola en la parte externa de la mejilla», afirman en Scienciealert.

Así que antes de utilizar la soja para otro propósito diferente del ordinario e incurrir en una acción totalmente innecesaria y, quien sabe, si peligrosa, mejor no hacer caso a virales de internet y acudir a fuentes fiables. Mucho más si, además, la incalificable acción se va a comunicar al resto del mundo virtual como parte de cualquier reto que involucre nuestro propio cuerpo.