Putin llegó al Kremlin hace 20 años y nadie descarta que siga mandando después de 2024

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Sin incluir la época zarista, solamente el dictador comunista Iósif Stalin estuvo más tiempo en el poder de lo que lleva Vládimir Putin. Stalin dirigió los designios de la URSS durante 29 años y Leonid Brézhnev 19. Putin, que se convirtió en primer ministro el 9 de agosto de 1999, lleva ya 20 años como presidente. Se hizo cargo interinamente de la jefatura del Estado el 31 de diciembre de 1999, cuando dimitió su predecesor, Borís Yeltsin. Luego sería elegido por primera vez al frente del país en los comicios celebrados el 26 de marzo de 2000.

La designación de Putin, que acaba de cumplir 67 años en octubre, como candidato a suceder a Yeltsin fue fruto de una decisión colegiada, en la que participaron desde la cúpula de los servicios secretos hasta los grandes empresarios del país. La misión que se le encomendó fue resolver el problema del separatismo checheno y poner algo de orden en el país, pero sin tocar la propiedad privada, injustamente repartida durante la década de los 90.

Se decía entonces que el nuevo hombre fuerte de Rusia sería una simple marioneta de los intereses de los grupos de presión más poderosos. Pero no fue así. El antiguo agente del KGB adquirió vida propia e hizo las cosas a su manera. Primero reforzó sus ya abultados poderes hasta lograr una centralización comparable sólo a la existente en la época de Stalin, aunque con apariencia de democracia. Después propició que la propiedad cambiara de manos, especialmente en el sector energético, a favor de sus acólitos y se puso manos a la obra para poner bajo su control los medios de comunicación, la Justicia y la Comisión Electoral Central. El Gobierno y el Parlamento también terminaron supeditándose a su albedrío.

Para desmontar la precaria democracia que construyó su predecesor, Putin se valió de los servicios secretos. La necesidad de un «estado fuerte» se convirtió en algo obsesivo para el máximo dirigente ruso. En ese camino fueron muchos los que acabaron en prisión, entre ellos el antiguo patrón de la petrolera Yukos, Mijaíl Jodorkovski. Otros caían tiroteados o eran envenenados sin que, en la mayoría de los casos, se pudiera esclarecer quién encargó los crímenes.

El ex agente de los servicios de inteligencia, Alexánder Litvinenko, la periodista Anna Politkóvskaya, el diputado Serguéi Yushenkov, la activista pro derechos humanos, Natalia Estemírova, y el ex ministro y líder opositor, Borís Nemtsov, son algunos de los nombres que integraron la lista de asesinados cuya actividad contrariaba al régimen. Hoy día, ya no son tan frecuentes los asesinatos por motivos políticos, pero la oposición sigue perseguida y con muchos activistas en la cárcel.

Sin embargo, y gracias a la abundancia de materias primas, sobre todo gas y petróleo, el país ha podido mantener una economía pujante que ahora se está viendo lastrada por las sanciones internacionales vinculadas a la anexión de Crimea y a la guerra en el este de Ucrania. Este declive paulatino también se está reflejando en la popularidad de Putin, aunque, según los sondeos que se publican periódicamente, conserva un apoyo significativo, por encima del 60 por ciento, aunque en otras épocas llegó a superar el 80 por ciento.

La presencia militar de Rusia en distintos frentes mundiales, en Siria fundamentalmente, Ucrania y ahora en Libia, contribuye a crear una imagen triunfadora de Putin entre sus conciudadanos, aunque muchos rusos preferirían que el dinero que el Kremlin se gasta en guerras «ajenas» se emplease en mejorar las pensiones, los servicios sociales y las infraestructuras del país.

Ahora todos se preguntan en Rusia qué hará Putin en 2024, cuando expira su actual mandato presidencial y, según establece la Constitución rusa, no podrá presentarse de nuevo a la reelección al no poder mantener el poder más de dos mandatos consecutivos. Sí podría volver en 2030, pero tendría que hacer un cambalache como el que protagonizó en 2008, cuando confió el sillón presidencial al actual primer ministro, Dmitri Medvédev, durante un único mandato, y él se puso al frente del Gobierno.

El pasado día 19, durante su rueda de prensa anual, el jefe del Kremlin sugirió una enmienda en la Carta Magna para eliminar la palabra «consecutivos» en el artículo 81, lo que limitará a dos únicos mandatos la permanencia en el poder, como en Estados Unidos. Pero él podría seguir como primer ministro o aprovechar un eventual cambio en la Constitución para introducir alguna enmienda que le posibilite seguir al timón.