La grabación, obtenida, según el rotativo, por los servicios de inteligencia turcos, arranca con una conversación entre dos altos funcionarios saudíes involucrados en el asesinato minutos antes de que Khashoggi entrara en el edificio diplomático. En ella, el alto oficial de la inteligencia saudí Maher Abdulaziz Mutreb pregunta si ya «ha llegado el animal para ser sacrificado» y si deberían meterlo en una bolsa. El forense Mohammad Abdah Tubaigy le responde que Khashoggi es demasiado alto y pesado y recomienda descuartizarlo para sacarlo del edificio en varias bolsas.
«Siempre he trabajado con cadáveres. Sé cortar muy bien. Sin embargo, nunca he trabajado con un cuerpo caliente, pero también lo lograré fácilmente. Normalmente me pongo los auriculares y escucho música cuando descuartizo cadáveres. Mientras tanto, bebo mi café y fumo. Después de desmembrarlo, envolveré las piezas en bolsas de plástico, las colocaré en bolsas y las sacaré (del edificio)», afirma el forense, según las transcripción del diario turco.
Ambos funcionarios saudíes están entre los cinco que se enfrentan a la pena de muerte por «ordenar y cometer el crimen», de un total de 21 sospechosos que están siendo juzgados en Arabia Saudí. El audio continúa con la entrada de Khashoggi en el consulado, donde Mutreb le dice al periodista que hay una orden de la Interpol solicitada por Riad para que vuelva a su país, mientras que Khashoggi responde que no existen órdenes de extradición contra él y que su prometida está esperándole en la calle.
Los funcionarios saudíes le piden que deje un mensaje a su hijo diciendo que se encuentra bien, por si éste intentara localizarlo, pero Khashoggi se niega. Después el periodista ve una toalla y pregunta a sus captores si van a drogarlo, y estos le responden que van a hacer que se duerma. Tras haber sido drogado, Khashoggi pide que «no le dejen con la boca cerrada» antes de perder el conocimiento. «Tengo asma. No lo hagas, me asfixiarás», fueron las últimas palabras de Khashoggi.
Luego el periodista es asfixiado con una bolsa de plástico mientras sus captores dudan de si sigue con vida. «¿Está dormido?», pregunta uno. «Está levantado la cabeza», constata otro. «Sigue apretando», «aprieta bien», apremia el primero. Después de un rato comienza a escucharse el sonido de una sierra de autopsia durante una media hora, tiempo en el que, supuestamente, el forense descuartiza a Khashoggi.
Evidencias «creíbles»
La relatora de Naciones Unidas para las ejecuciones extrajudiciales, Agnes Callamard, señaló en un informe el pasado junio que el Estado saudí «debe ser visto como responsable» del asesinato y apuntó a «evidencias creíbles» que vinculan al príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman con la muerte de Khashoggi.
En los días posteriores a su desaparición Riad negó cualquier relación con el asesinato, aunque tres semanas después –cuando las pruebas se acumulaban en su contra– confesó que Khashoggi había muerto por una pelea accidental. Finalmente el gobierno saudí admitió que el asesinato de Khashoggi fue premeditado pero negó cualquier vínculo de los autores con la familia real.