Las protestas que comenzaron el 9 de junio con multitudinarias manifestaciones pacíficas contra la ley de extradición a China, suspendida pero no retirada, se han transformado en una «guerrilla urbana» que, formada sobre todo por jóvenes y adolescentes, parece sacada de un capítulo de «Black Mirror». Con sus trajes negros, máscaras, gafas y cascos amarillos, cada fin de semana se baten con los antidisturbios bajo los futuristas rascacielos y destartalados bloques de esta ciudad de contrastes que lucha por su libertad, mayor que en el resto de China, y reclama democracia.
La jornada de ayer estaba cargada de simbolismo político, porque se cumplía el quinto aniversario de la «concesión» del sufragio universal por parte del autoritario régimen de Pekín, como había prometido durante la devolución de esta antigua colonia británica en 1997. Aunque el Gobierno central otorgaba entonces a cada hongkonés el derecho a votar a su jefe ejecutivo, se reservaba la potestad de elegir a los candidatos, lo que desató la primera Revuelta de los Paraguas en el otoño de 2014 y provocó que el bando democrático bloqueara la aprobación de la propuesta al año siguiente en el Parlamento local. Un lustro después, la actual jefa ejecutiva, Carrie Lam, ocupa el cargo por designación de un comité de 1.200 miembros que representan a todos los ámbitos de la sociedad, pero donde predominan los afines a Pekín.
Para conmemorar la fecha, había una manifestación convocada por el Frente Civil para los Derechos Humanos, que ha movilizado a millones de personas este verano. Pero la Policía la prohibió por riesgo de violencia y sus organizadores la cancelaron. Eso no impidió que decenas de miles de personas volvieran a tomar las calles.
«Hemos venido a comprar», bromeaba Dennis, un ingeniero informático de 32 años, en el ocupado distrito comercial de Causeway Bay, donde se libró una de las batallas campales del día en el centro de la isla. Las otras tuvieron lugar ante la sede del Gobierno y, ya de noche, en la península contigua de Kowloon. «Cuando llevas tres meses pidiendo algo y las autoridades no te escuchan, es normal que haya una escalada», justificaba la violencia Dennis, quien criticaba los arrestos el día anterior de activistas políticos como el combativo Joshua Wong.
«No saben qué hacer»
«Sus detenciones demuestran que el Gobierno ya no sabe qué hacer para parar este movimiento, que no tiene líderes y se organiza por internet», razonaba Dennis, quien se mostró «dispuesto a seguir luchando todo lo que pueda para que haya democracia en Hong Kong». Entre otras cosas, acudirá al bloqueo de carreteras alrededor del aeropuerto planeado para hoy domingo, pero no cree que pueda hacer los dos días de huelga convocada para mañana y el martes.
Con la escalada de la violencia y sus pintadas contra el régimen de Pekín, ya bautizado como «ChiNazi», los manifestantes aumentan la presión sobre el Gobierno local para que acceda a alguna de sus cinco demandas, como retirar totalmente la ley de extradición o investigar el uso de la fuerza policial. Pero la Prensa oficial china se muestra cada vez más impaciente y, ante el deterioro de la situación, amenaza con la intervención del Gobierno central enviando a las tropas de la Policía Armada.