«Me molesta que diga usted antieuropeo», contradice Sebastian Wippel, candidato más votado el pasado junio a la alcaldía de Görlizt, con casi el 45%, pero que no ha podido ocupar el cargo por un acuerdo entre los demás partidos. «Siempre he defendido que Görlitz es una ciudad europea», insiste, aunque reconoce que en AfD hay «diferentes sensibilidades». «Mi campaña estuvo basada en la defensa de las familias y el desarrollo económico para la región», subraya, «y en todo caso defiendo valores con los que la señora Merkel debería estar más de acuerdo conmigo que con los radicales de izquierda con los que se ha asociado».
Wippel, apenas comienza la conversación, resalta como factor del éxito de AfD en los Bundesländer orientales que sus candidatos tienen agendas propias, muy cercanas a los votantes, aunque a menudo distantes de las líneas maestras de la directiva en Berlín. Mientras el resto de partidos se desgastan hablando de protección del clima y desmantelamiento del «Soli» -el impuesto para apoyar al Este tras la reunificación-, AfD se centra en desarrollo de redes locales 5G, ayudas de transporte escolar y planes de empleo público.
El segundo factor, y esto se subraya desde ámbitos académicos, es los programas electorales se presentan para los votantes como «galimatías incomprensibles», de manera que se vota al candidato, más que al partido. «La mayoría de los votantes reconoce que no entiende los programas ni en Sajonia ni en Turingia», dice Frank Brettschneider, de la Universidad de Hohenheim. Junto a su equipo, ha elaborado un estudio según el cual AfD es en estas regionales el partido con el lenguaje más incomprensible. «Utilizan frases demasiado largas, palabras extranjeras y compuestas de significado impreciso, de manera que quien lee el programa no accede a su contenido».
«La clave está en el relato», afirma por su parte una de las más reputadas voces sobre política de los Bundesländer orientales. Secretario general de la CDU con Helmut Kohl, Kurt Biedenkopf resultó elegido presidente regional de Sajonia tras la caída del Muro con mayoría absoluta. Ocupó el cargo hasta 2002, cuando se volvió al oeste. Pone el siguiente ejemplo: «¿Qué ha hecho hoy la canciller Merkel en Berlín? Ha hablado por teléfono con Putin, algo evidentemente muy importante. Pero no significa nada para la mayor parte de la población rural del este de Alemania, mientras que los candidatos de AfD se ocupan del día a día: a qué barrio se adjudica la construcción de un albergue para refugiados, si se van a hacer este año las obras en el colegio y cuántos empleados pondrá el ayuntamiento».
«Es a forma de echarlos»
«Además, AfD ha dado con un relato que devuelve la identidad a estos alemanes, que se sienten un tanto expatriados desde la reunificación. Les repiten en cada mitin que los trabajadores cobran 650 euros brutos menos en el Este, donde el PIB per cápita suma apenas el 73% de la media de todo el país», señala Biedenkopf.
«Si votamos a AfD es a menudo para votar en contra de los que gobiernan», dice, bastón en mano, Manfred Hessler. Este jubilado de Radeburg, pueblo de unos 7.000 habitantes de la «Alemania vaciada», recuerda que «en esta misma plaza había hace diez años una peluquería, una cigarrería, una frutería… ya no queda nada. Los jóvenes se van mientras los políticos no hacen nada». «La única forma de echarlos», concluye «es votar a AfD».