Mueller había avisado que sus preguntas se ceñirían a lo ya expuesto en las más de cuatrocientas páginas del informe sobre la investigación que presentó en mayo y a una comparecencia ante los medios posterior. Cumplió con lo previsto, y muchas de sus respuestas fueron una versión similar a «mantengo lo explicado en el informe».
Mueller insistió nada más comenzar su comparecencia ante el Comité Judicial de la Cámara de Representantes en las tres conclusiones principales de su investigación: Rusia interfirió en las elecciones de 2016 -a pesar de que Trump se empeñó en negarlo-; no encontró pruebas suficientes de complot entre la campaña de Trump y Rusia; y no exoneró al presidente sobre las acusaciones de obstrucción a la justicia. El tercer punto sigue siendo el gancho de los demócratas para su asedio a Trump y Mueller no se cortó en repetirlo a preguntas de los legisladores: «El presidente no fue exculpado por los actos que supuestamente cometió», dijo sobre la decena de episodios de obstrucción a justicia, como cuando ordenó a su principal asesor legal que despidiera al investigador especial.
Es una contradicción sobre lo que siempre ha defendido Trump. «¿Hubo ‘exoneración total’?», preguntó el demócrata Jerrold Nadler, tomando una frase que el presidente ha usado hasta la sacidad. «No», respondió Mueller. Trump, que protagonizó una comparecencia paralela desde Twitter, lo volvió a contradecir: «Ni complot, ni obstrucción”, escribió entre otros mensajes sobre Mueller.
En su momento, Mueller decidió no pronunciarse sobre si Trump había cometido obstrucción de justicia basándose en una práctica del Departamento de Justicia que impide que se impute a un presidente en el ejercicio de su cargo. Los demócratas buscaron con denuedo que Mueller contestara si le hubiera imputado en caso de no ser presidente, algo que ya había avisado que no respondería.
Pero en el interrogatorio del demócrata Ted Lieu cayó en la trampa: le preguntó si la razón por la que no había imputado a Trump es por esa práctica. «Es correcto», respondió Mueller, lo que daba la impresión de reconocer que hubiera cometido un delito. Un par de horas después, en el arranque de su segunda comparecencia, ante el Comité de Inteligencia, corrigió su declaración: «No llegamos a una decisión sobre si el presidente cometió un crimen».
Mueller también negó que la interferencia rusa en las elecciones que ganó Trump fuera un «fraude» o que la investigación que dirigió fuera una «caza de brujas», como repite el presidente. Pero son afirmaciones que no aportan sospechas nuevas sobre Trump y que no servirán para que los demócratas ganen apoyo en la opinión pública para impulsar un ‘impeachment’. El desempeño de Mueller, a punto de cumplir 75 años, fue, además, seco y, en ocasiones, frustrante. En decenas de ocasiones optó por no responder, tenía problemas para entender algunas preguntas, tardaba en encontrar las referencias a las citas de su informe y, en ocasiones, aparentaba estar confuso y sobrepasado por los interrogatorios. Un anticlímax para los que esperaban que cambiara el curso de la presidencia de Trump y un respiro para la Casa Blanca.