Lo más importante para evitar el mal trago, es tener cuidad cuando se envía este tipo de contenido. Saber a ciencia cierta que el destinatario de la foto o el vídeo es consciente de que tiene la obligación de respetar su intimidad. Que lo que acaba de recibir es sólo para él/ella y no para el resto del mundo. De acuerdo con esto, no es recomendable compartir este tipo de contenido con alguien con quien no se tiene la confianza suficiente. Que, al menos en este caso, debería ser mucha.
También es aconsejable que el contenido se mande a través de plataformas que lo borren al cabo de un periodo corto de tiempo. Una buena opción puede ser, por ejemplo, la aplicación Snapchat. Cuando un usuario envía un snap este se elimina automáticamente una vez lo ha visto el destinatario. Al mismo tiempo, los servidores de la aplicación borran todos los mensajes que no han sido abiertos en un plazo de 30 días. Se pueden utilizar otros servicios, como Whatsapp, e intentar llegar a un compromiso con la otra persona para borrar el material. Sin embargo, no es tan seguro como la primera opción.
Si se desea garantizar la intimidad, también es recomendable evitar que su rostro aparezca en la imágen o la grabación. Así, en caso de que el receptor decidiese compartir el contenido, al menos, no será reconocible. También es recomendable evitar que aparezcan inmortalizados tatuajes o piercings, por ejemplo.
En caso de que alguien amenace con compartir las fotografías y los vídeos recibidos. Es importante no ceder y denunciar inmediatamente. Y es que la imagen de una persona está protegida por la Constitución y por leyes como la Ley de Protección de Datos o el Código Penal. Lo que implica que, aunque se haya enviado un contenido voluntariamente, el destinatorio no es propietario del mismo en ningún caso.