Vestidos de negro, y pertrechados con cascos de albañil, máscaras, gafas, paraguas y escudos improvisados con tapaderas o la mitad de una maleta, asediaron el edificio, contra el que tiraron huevos y tacharon con espray negro el escudo de China.
«No sabemos cuál es el objetivo de esta noche (por ayer) ni si vamos a ocupar un edificio o no, pero nuestro plan es ejercer la máxima presión al Gobierno para que escuche nuestras demandas», explicaba a ABC uno de los manifestantes, de 20 años. Sin líderes visibles al frente, los jóvenes se organizan a través de la red social Telegram siguiendo la filosofía «Be water» («Sé agua») del maestro de artes marciales Bruce Lee. Es decir, adaptándose sobre la marcha, pero sin saber bien qué hacer: solo causar ruido para llamar la atención de la comunidad internacional y presionar a las autoridades locales y a Pekín.
En medio del caos, unos corrían por la calle arrastrando vallas con la bandera de Estados Unidos mientras otros formaban una cadena humana para ir pasando paraguas, máscaras, agua y colirio a los puestos de avituallamiento. Con la comisaría del Distrito Oeste cercada por la multitud y sus agentes, con porras y escudos, atrincherados tras las puertas de hierro, un grupo las bloqueó con barricadas mientras algunos arrancaban ladrillos del suelo y los lanzaban contra las ventanas, rompiendo varios cristales. Además, pintaron insultos en la fachada y abrieron las puertas de un autobús de la Policía. Aunque causaron numerosos destrozos con su vandalismo, no rompieron ni quemaron mobiliario urbano.
Botellas y ladrillos
Cuando aparecieron los antidisturbios para dispersarlos con gases lacrimógenos, los jóvenes les hicieron frente lanzándoles botellas y ladrillos. En el día con mayores enfrentamientos, la calle frente a la terminal del ferry a Macao fue su campo de batalla. Con tácticas de guerrilla urbana, los jóvenes se retiraron mientras los agentes se empleaban a fondo disparándoles numerosas rondas de gas. Separados solo por cien metros, entre ellos se interponían los trabajadores sociales que intentaban poner calma y los periodistas en primera línea. A un lado, la Policía golpeaba sus escudos con sus porras para intimidar a los jóvenes y, al otro, los manifestantes gritaban en cantonés: «¡Por la revolución de esta generación en Hong Kong!».
Ante los antidisturbios, una mujer que decía haber huido de China por el control del Partido Comunista les reprochaba que lanzaran gases. En el otro lado, un sacerdote pidió llorando a los manifestantes que se dispersaran. Tras discutir qué hacer, se retiraron a medianoche, antes de que cerrara el metro para volver a casa con sus padres. En la parada, algunos voluntarios regalaban billetes para evacuar la zona.
Acababa así un día intenso que había empezado con otra manifestación multitudinaria y pacífica contra la ley de extradición a China, suspendida pero no retirada. Aunque el Gobierno asegura que dicha moción «está muerta», los manifestantes exigen su anulación y que se retiren los cargos contra los acusados por «disturbios» en las protestas anteriores, así como una investigación de lo que consideran un uso excesivo de la fuerza policial. Además, reclaman la dimisión de la jefa del Gobierno, Carrie Lam, y que el régimen chino cumpla sus promesas de sufragio universal.
«El Gobierno no nos está escuchando y Carrie Lam nos quiere engañar, porque en términos legales una moción no puede estar muerta, solo suspendida o retirada», explicaba su presencia Lydia, empleada de 48 años de una empresa financiera. Como muchos otros hongkoneses, no comparte la violencia, pero entiende que los jóvenes se hayan radicalizado por la falta de respuesta del Gobierno.
Ataque de matones pro-China contra manifestantes
Cientos de hombres vestidos de blanco, presuntos mafiosos de las triadas, atacaron anoche en el metro de Yuen Long, lejos del centro en la zona de Nuevos Territorios, a quienes parecían manifestantes contra el Gobierno porque iban de negro. Tal y como muestran los vídeos que circulan por las redes sociales, los supuestos matones asaltaron la estación de metro con palos y cañas de bambú sin que la Policía apareciera por allí en media hora. Además de numerosos contusionados, entre ellos diputados pro-democráticos y periodistas, dejaron al menos 36 heridos que tuvieron que ser hospitalizados. Se sospecha que sean matones pagados o simpatizantes del régimen chino.