“El Gobierno de Hong Kong no nos está escuchando y Carrie Lam nos quiere engañar, porque en términos legales una moción de ley no puede estar muerta, solo suspendida o retirada”, explicaba su presencia Lydia, empleada de 48 años de una empresa financiera. Aunque no comparte la violencia que ha estallado tras las protestas de los últimos fines de semana, entiende que los jóvenes se hayan radicalizado por la falta de respuesta del Gobierno.
Durante más de tres horas, la manifestación recorrió las calles del centro de la isla con un tono festivo y familiar, con numerosos padres con niños pequeños. A la espera de que anuncie el número de participantes, esta marcha no será tan masiva como las que desfilaron por Hong Kong el 9 y 16 de junio, que congregaron en total a unos tres millones de personas según la organización y a más de medio millón a tenor de la Policía. Pero sí supone una nueva demostración de fuerza ciudadana porque, más de un mes después de empezar las protestas, los hongkoneses siguen dispuestos a seguir luchando por sus libertades de forma pacífica.
Pero, al terminar la manifestación en la cancha de Southorn, el punto acordado por los organizadores porque la Policía les ha impedido llegar hasta la sede del Gobierno, muchos de sus participantes han seguido avanzando y se han dispersado hasta varios puntos del centro. Mientras cientos de jóvenes han vuelto a cercar la comisaría central de Policía, en Wan Chai, otros han continuado hasta el Distrito Central, donde han cortado algunas calles montando barricadas. Entre ellas destaca la gran avenida de Harcourt Road, frente a la sede del Gobierno y escenario habitual de las protestas desde la primera “Revuelta de los Paraguas” en 2014. Otros manifestantes también han llegado la oficina de enlace del Gobierno central chino y la comisaría del Distrito Oeste, que han cercado.
Para calmar la situación, un grupo cristiano está cantando himnos ante el cerco a la comisaría central de Policía en Wan Chai, blindada con barreras de dos metros y protegida por antidisturbios que vigilan la situación. En las últimas semanas, todas las manifestaciones, por lo general pacíficas, han acabado con enfrentamientos con la Policía y hasta con el asalto al Parlamento el pasado día 1, cuando se cumplían 22 años de la devolución de Hong Kong a China por parte del Reino Unido.
“Todavía no sabemos lo que vamos a hacer, pero va a ser una noche larga”, decía un joven en una cancha junto a la comisaría central mientras se pertrechaba, junto a un grupo de compañeros, de cascos, máscaras y escudos. Un fin de semana más, la tensión vuelve a dispararse en Hong Kong y se teme un nuevo estallido de violencia.