Jean-Marie Le Pen (91 años), el patriarca que refundó la extrema derecha francesa en los años 60 y 70 del siglo pasado, llegando a eliminar al candidato socialista (Lionel Jospin), en la primera vuelta de unas elecciones presidenciales (2012), ha pedido la intervención del Estado, la justicia, para intentar conseguir, con poco éxito, que su hija Marine (51 años) le pague una deuda de varios millones de euros.
Marine Le Pen, por su parte, ha pedido a los cuadros de cu partido, AN, que eviten cualquier «trato» público, privado o político con su sobrina, Marion Maréchal, que usó el apellido Le Pen entre 2010 y el 2018, hasta que decidió romper con su tía, para defender sus ideas políticas personales, con un éxito imprevisible.
El resto de los miembros del clan Le Pen (hermanas, «compañeros» sentimentales y burocracia interna del partido familiar) asisten a esos enfrentamientos públicos con callada resignación.
Harta de las «ocurrencias» de su padre, Marine Le Pen decidió hace años expulsarlo del partido que él había fundado. Jean-Marie Le Pen respondió con todo tipo de acusaciones y zancadillas, familiares, políticas, públicas y privadas. Sin romper nunca definitivamente con su hija. Entre el patriarca y la «refundadora» del FN, convertido en AG, para distanciarse del patriarca fundador, existían y existen importantes intereses comunes, comenzando por el dinero. Los Le Pen comparten el «balón de oxígeno» de los amigos y banqueros próximos a Vladimir Putin.
La corriente Marion
Cuando el partido de su hija, AN, fue consagrado como el primer partido de Francia, en las recientes elecciones europeas, Jean-Marie Le Pen desenterró los trapos sucios de las deudas financieras de su hija, reclamando el dinero de sus préstamos personales y recordando que Marine sigue teniendo por pagar importantes créditos conseguidos en Moscú.
Maniobrero emérito, desde su primera juventud, Jean-Marie Le Pen lleva años atizando otra guerra sorda contra Marine, alentando las ambiciones personales de su nieta Marion Maréchal, hija (fuera del matrimonio) de Yann Le Pen, señora con una vida sentimental «muy intensa».
Desde niña, Marion fue presentada en sociedad con un doble apellido, Maréchal Le Pen. Maréchal es el apellido de su padre adoptivo, Samuel Maréchal, que decidió adoptar a la hija de su madre y un periodista, Roger Auque. Cuando Marion descubrió, muy pronto, que sus ambiciones personales chocaban con las ambiciones de su tía Marine, decidió borrar el Le Pen de su nombre de guerra política.
Marion Maréchal Le Pen, entre 2010 y 2018, se convirtió en Marion Maréchal cuando la nieta del patriarca decidió romper con el partido de su tía, para iniciar una nueva vida, no solo política. Separada del padre de su hija, al año y medio de celebrar un matrimonio civil, Marion comenzó por intentar «robar» a su tía algunas «amistades» políticas europeas, para terminar creando algo así como una «academia» política, en la periferia de Lyon (en el centro de Francia), donde hace campaña «subterránea» en defensa de un programa político «propio», próximo pero «diferente» al de su tía, con muchos contactos con extremas derechas y derechas ultra nacionalistas europeas.
Respondiendo calladamente a las maniobras de su sobrina, Marine Le Pen ha terminado por exigir a los cuadros de su partido que eviten cualquier contacto con Marion Maréchal.
Problemas jurídicos
Esa tela de araña de líos familiares tiene prolongaciones jurídicas muy diversas, en Europa y Francia.
Los servicios jurídicos del Parlamento Europeo (PE) siguen pensando que Marine y Jean-Marie Le Pen utilizaron el dinero que recibían, como euro parlamentarios, para financiar actividades políticas en Francia. La justicia francesa también sigue esa «pista».
Las truculentas declaraciones de Le Pen (padre) y las «ocurrencias» de Marine, difundiendo imágenes que pudieran ser «incitación al odio», según la justicia francesa, contribuyen a dar «más color», si cabe, al histórico clan familiar que ha dominado con mano de hierro los sucesivos partidos de la extrema derecha francesa.
Tras su reciente gran victoria en las elecciones europeas, Marine Le Pen esperaba y espera que las próximas elecciones municipales (primavera de 2020) confirmen esa «tendencia», permitiéndole ganar un nuevo impreciso de alcaldías. Está por ver como terminarán evolucionado e influyendo las «cacerolas» de los escándalos íntimos, familiares y políticos, que ninguna de las partes desea enterrar de alguna manera.