Si bien, siempre pasa lo mismo, y decimos ¿pero quién va a querer escucharme a mí? y luego, cuando se publican noticias en las que la información de un servicio que utilizamos, aun por muy insignificante que sea su valor, potencialmente ha podido ser accedida o utilizada por alguien más, nos echamos las manos a la cabeza y entramos en pánico.
Pero tranquilos, que esto es porque en algún punto antes de usarlo le hemos dado permiso para ello, aceptándolo con un checkbox o rompiendo algún precinto que lo diga.
Sin embargo, la cosa puede ser aún peor. ¿Qué pasaría si estos sistemas encendieran el micrófono arbitrariamente y enviasen un streaming del sonido ambiente al fabricante? Una cosa es que la información que se envía sea la que nosotros controlamos cuando pronunciamos las palabras mágicas provistas por el fabricante, y otra diferente que esto pase sin que sepamos cuándo está sucediendo, nos pille desprevenidos y lo que se envíe sea el sonido de una conversación privada.
Y me preguntaréis ¿Cuál es la solución? ¿Se arreglaría con más regulación? ¿Forzando un compromiso ético real en los proveedores de servicios de este tipo? ¿Más precauciones por parte del usuario?
Exacto, me pasa igual que a ti. Yo tampoco tengo la respuesta a la primera pregunta.