Los hechos denunciados por el fiscal remontan al verano y otoño de 2016, cuando la princesa se negó a pagar los trabajos de un «manitas» de origen egipcio, afincado en París, lanzando contra él a sus guardaespaldas, armados, con pistolas, en estos términos: «Hay que matar a este perro. No merece vivir».
Ashraf Eid, artesano, fontanero, «manitas», «trabajador independiente», «hombre para todo», llevaba varios años trabajando para la familia reinante en Arabia Saudita, en un ultra lujoso apartament
o de la Avenue Foch, donde residen muchos multimillonarios y se encuentra la residencia oficial del embajador de España en la OCDE.
Ashraf Eid no fue asesinado. Pero no se salvó de varias palizas de «padre y muy señor mío». Malherido, denunció a la princesa y sus guardaespaldas de «malos tratos» y violencias, con «intento fallido de asesinato».
La huida de la princesa
La princesa se había apresurado a huir de París, para refugiarse en el reino familiar, donde su hermano, el príncipe heredero, es leyenda que ordenó el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi. Han pasado tres años cortos. El Tribunal de París terminó por instruir. El juicio de la princesa ha comenzado en su ausencia.
El fiscal pide penas relativamente menores: varios años de cárcel con «remisión de pena». Es decir, incluso si la princesa fuese condenada a ir a la cárcel, podría evitarlo, tratándose de una eventual sentencia «con remisión de pena».
El abogado de la princesa ha respondido intentando dar un «vuelco» al proceso. Ashraf Eid, el «manitas» egipcio, afincado en París, habría propuesto un «acuerdo» para retirar su querella: le pagaban 500.000 euros; y él retiraba los cargos. Ante las reticencias de la princesa y sus consejeros, Eid se habría dicho dispuesto a «contentarse» con 250.000 euros de «daños y perjuicios» para retirar su denuncia. La justicia sigue su incierto curso. Existe una orden de busca y captura contra la princesa. Sin resultado conocido, hasta hoy.